No, Señor Hernando. África no es nuestro patio trasero


Últimamente son muchos los momentos en que me viene a la cabeza esa viñeta de la gran filósofa Mafalda en la que pide que paren el mundo para bajarse.

Este miércoles fue uno de esos momentos cuando escuché con auténtico estupor cómo el portavoz del Partido Popular se refería a África como “nuestro patio trasero” durante el pleno sobre el Consejo Europeo en el Congreso de los Diputados.

No he visto recogido este hecho por los medios de comunicación que cubrieron el debate y que, con solo tres palabras, explica perfectamente la ideología que subyace en las políticas de refugio, de migración y de cooperación para el desarrollo del Partido Popular.

Hablar de inmigrantes en lugar de personas pone una distancia de seguridad entre ellos y nosotros. Omitir África y sustituirla por “patio trasero” pone distancia entre nuestro país, “un Estado como es debido”, y los países africanos.

El lenguaje no es neutro y cuanta mayor sea la distancia física y humana entre ellos y nosotros menos dolerán medidas como las que proponen gobiernos de principios que están en las antípodas de los que construyeron el proyecto europeo y desde luego de los míos.

Durante décadas América Latina fue el patio trasero de los Estados Unidos y desde esa óptica diversas administraciones actuaron de parte en países de la región, consideraban que estaban en su derecho.

Considerar que África es el patio trasero de España o de Europa respalda la idea de crear en la rivera pobre del Mediterráneo centros de detención de inmigrantes que quieren cruzar a la orilla rica.

Considerar que África está compuesta por Estados soberanos en los que viven seres humanos que por causas diferentes y comunes huyen hacia Europa o que hay Estados en los que no hay garantía de que se respeten los derechos de las personas que transiten por ellos implica empatía, respeto y responsabilidad.

Actualmente parece que el mundo solo tenga un problema, las migraciones. Los desplazamientos de población copan todos los titulares de los medios de comunicación y las agendas políticas. Pero una vez más errando en el foco.

El debate migratorio centra su discurso en las sociedades de acogida, en la seguridad de las mismas obviando precisamente las causas que hacen que millones de personas, no las miles que llegan a Europa, millones de personas migran anualmente en todo el mundo y particularmente entre países en desarrollo.

Este enfoque eurocentrista alimenta el perverso binomio migración-seguridad, el relato de que en nuestro club privilegiado estamos recibiendo a todos los migrantes del mundo, cuando al contrario, apenas llega una pequeña parte de quienes se desplazan. Son los países en desarrollo los que acogen mayor número de migrantes y personas refugiadas.

Resulta más que paradójico que gobiernos de países que hace pocas décadas anhelaban el calor de la Unión Europea, hoy, ya dentro, quieran convertirla en una fortaleza que les ponga a resguardo de quienes piden hoy nuestra protección de derechos y bienestar.

Llevamos tiempo asistiendo a un debate peligroso que algunos se empeñan en conducir a las dicotomías Europa o migración, derechos humanos o seguridad de nuestras fronteras. Sería una paradoja cruel que precisamente fuera la xenofobia la que ponga en jaque el proyecto europeo.

Europa no puede construir su proyecto de futuro como una fortaleza. El acuerdo sobre migración alcanzado en el Consejo Europeo no es que hubiera reforzado el enfoque europeo como creo que debería haber hecho, se queda lejos aunque no claudica a las peticiones de quienes pretenden externalizar definitivamente la gestión de la migración. Aún así, en la práctica supone el reconocimiento de una Europa de dos velocidades, una solidaridad de carácter voluntario que inquieta.

Donald Trump llegó a la Presidencia de Estados Unidos con el mantra de Estados Unidos y los estadounidenses primero e intranquiliza mucho escuchar ese mismo discurso en la Europa del Nobel de la paz, de los valores de libertad, igualdad y solidaridad.

Afortunadamente el actual Gobierno de España ha asumido su responsabilidad en la Unión Europea como país mediterráneo y frontera sur de Europa que no puede permanecer impasible ante la tragedia de miles de seres humanos que huyen del hambre, de la guerra, del terror de una vida sin futuro.

E insisto, ocupémonos del efecto huida.

@CarlotaMerchn


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